ALFREDO MARIA VILLEGAS OROMÍ (Punta del Este – Uruguay)


Nacido en Buenos Aires, Argentina, el 26 de abril de 1955. Es residente y Ciudadano Legal de la República Oriental del Uruguay.
Egresado con el título de: Ingeniero en Producción Agropecuaria, Facultad de Ciencias Agrarias, Universidad Católica Argentina (1978).
Escritor, Investigador y Gestor Cultural. Es creador y organizador de los Encuentros Internacionales “Poetas y Narradores de las Dos Orillas” en Uruguay.
Fundó “Ediciones Botella al Mar – Uruguay” junto con la escritora Rocío Cardoso Arias. La editorial extiende las actividades de “Botella al Mar, Argentina”, creada por Arturo Cuadrado y Luís Seoane en el año 1946.

LIBROS DE POEMAS PUBLICADOS:
• Sombras del Silencio (1973, Buenos Aires)
• Tu Sangre Bajo el Sol (1977, Buenos Aires)
• Mensajes Escondidos (1999, Buenos Aires)
• Tiempo de Leyendas (2003, Buenos Aires)
• Poema del Ama Guasú (2004, El Dorado, Misiones, Argentina) Grabado por Joselo Schuap y Raúl Barbosa e interpretado en los Festivales de Cosquín y Jesús María, (Córdoba). Editado en el CD “Agua Bendita”, por Joselo Schuap.
• Celebraciones y Desgarros (2005, Buenos Aires)
• Nacimientos y Agonías (2005, Montevideo)
• Celebración de la espalda (2006, Montevideo);
• Montevideo al Sur (2006, Tafalla, España)
• Pampeanías (2008, Montevideo)
• Poema del Ama Guasú y otros poemas (2009, Montevideo)
• El verdadero nombre de las cosas (2010, Buenos Aires).


UNA MUJER

“…me duele una mujer en todo el cuerpo”
Jorge Luis Borges

Una mujer me llega y me desarma
con el vientre sin pausas y sus piernas
marcándome silencios en la nuca,
despeñándose en besos por mi espalda.

Una mujer me sabe de memoria,
con paladar alerta y sin respiros,
pulsando cada esquina de mi cuerpo
sin hacer la más mínima advertencia.

Una mujer se duerme a mi costado
como duermen las hembras de su raza,
aunque aparentemente inofensiva.

Esa mujer es ángel y guerrera:
seduce con su voz mientras esconde
un puñal y un amor bajo la almohada.


XV

“¿Por qué la mano traza palabras en la noche
que nadie puede oír?”
Rubén Balseiro

Tal vez
la palabra es una tregua
que nos dejan los ángeles oscuros
cuando ya no hay lumbres en la noche.

Otra es la música
si el verbo se incinera entre las piedras.

A hierro vivo
ella sube por la fragua
y enciende los candiles
y los soles
y los labios
y nada queda más allá de un nombre,
apenas el aliento de una voz
mordiendo las cenizas
con un beso en la frente.

Entonces,
es ella la palabra que nos salva.


COCINA DE CAMPO

a Agustín, mi hijo-compañero

Si no amaina la tarde los aromas
a leña, a caldo, a vos en la humareda,
será el carbón solo una brasa quieta
en el murmullo hueco de la sombra.

Si no aflojan los fríos, esa costra
de tizne amurallado en la matera
será un paisaje oscuro, una frontera
enmudeciendo un cielo sin palomas.

Pero estoy aquí, acomodando un tiempo
ausente en las anchuras de la pampa
porque ciertas nostalgias me lastiman:

Él ensilla su tropa de silencios
silbando una canción de madrugada
junto al fuego que aguarda en la cocina.


LA AUSENCIA DE LOS BROTES

a mis hijas: Lucía, María y Pilar

¡Es tan corto el día
con el amanecer desordenado!

El alba trastabilla
y ciertas cosas quedan sin hacerse:
despabilar las hojas quietas del invierno,
corregir los manuscritos de los árboles,
ensillar cada mañana una utopía
y arrear la soledad hacia otra tierra.

No me alcanza la luz
para desarmar la ausencia de los brotes
que siguen creciendo sin mis ojos,
sin que pueda amainarles las heladas
ni desbrozar la quemazón de las ortigas.

A fin de cuentas,
elegí la distancia de mis manos
y me ganó la noche, mirando desde lejos,
cómo levantan vuelo las espigas.


LA MONEDA PERDIDA

“Buscó el amor, esa última moneda
por la que hurgamos un bolsillo roto”.
Graciela Zolezzi

Estuvo sin hallarla tanto tiempo.
La recordaba desvelándole las lunas;
aparecía,
impredecible,
alborotando quietudes y moradas.
Ciertos causes le anunciaron
su necedad en guardia:
ese tacto de metal entre los dedos.

Nunca fue de Oro;
apenas un bronce con marcas prematuras
y derrotas imprevistas.
Un reverso en blanco,
una cara austera
y un relieve gastado,
casi incomprensible.

El frío de mayo le sorprendió de golpe
cuando una mujer azul
se le instaló en los ojos:
¡estaba acariciando un canto irregular!
Esa moneda que creyó perdida.


EL MOTIVO ES EL AMOR

Porque te amo
acomodo las palabras
como altero la sintaxis de tus hombros.

Mis manos no riman con tu sexo
ni con las vertientes
abiertas en tus muslos.

Las urgencias de la luz en tu costado
son apenas el ritmo del deseo,
la necesidad de retenerte.
Sos el hallazgo
de un jarro de agua fresca entre las piedras.

Las carencias y mi nuca
descubren su derrota al extrañarte:
huérfanas insistentes de caricias
que tardan en llegar
desde la otra Banda del Río.

Porque estoy irremediablemente enamorado
sobrevivo en un papel
con el corazón sin tregua.
El motivo
es el amor,
la Palabra,
no el poema.


XXVIII

a mi padre

Lo abrazó con firmeza.
Con la irrepetible ternura del abrazo
de un padre a su hijo.

Del Abrazo del Padre
a su hijo que lo necesita;
del abrazo del hijo
aunque vaya repitiendo las ofensas.

Del abrazo del padre:
que seguirá perdonándolo en sus brazos.
Los del hijo,
que se acerca con los ojos y espera ese refugio.

De los brazos del padre
y del hijo
que se buscan una y otra vez,
y otra y una vez más.
Y otra.


EL ALBA

a mi hijo Matías,
mi primer viento

Que de una buena vez empiece el día
porque esta noche ajena me desalma
y es tan difícil enterrar los miedos
si me cuelgan jirones de los hombros.

Quiero que empiece el sol con sus dibujos
a señalar la sombra de los árboles
y no aquellas que suelen sucederme
como algo que me habla desde arriba.

Y estoy aquí esperando el primer viento,
el primer pájaro cantando por el alba,
la luz que desconcierta los sillones.

Pero apenas si vengo con mis manos
poniéndole palabras al insomnio
y que la soledad no me recuerde.


LA VENTANA ABIERTA

Alguien le encendió una ventana.
Se llenó los ojos con el fragor del Río
consumando los aromas de la noche.

Despabiló sus heridas en el agua
para que las supiera propias,
para que doliesen grises.

Era su forma de acomodar las pérdidas
y atreverse a mirar lejos
sin arrastrar las cicatrices como un duelo.

Entonces se dio cuenta:
la luz estaba allí
iluminando esa ventana abierta.

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